En esta vida hay cosas que vienen dadas desde el nacimiento. El dinero no es una de ellas en mi caso. Otros lo tienen más fácil en ese sentido que yo, sin duda, porque digan lo que digan, facilita las cosas muchísimo.
Se me dio una infancia de sueño dorado que vive en mi corazón y me acompaña como una caricia en una noche oscura. Se me dio una mente y un corazón que han perseguido sus sueños como han podido.
Algunos se han cumplido yendo hacia ellos con esfuerzo, otros están en curso y me tienen en vilo, otros están rotos y espero que no se me haga tarde para recoger los pedacitos, y otros han superado todo lo imaginable.
En esta última categoría entran, entre otras cosas, los seres vivos que pueblan estas paredes desde las que escribo, animales y humanos. Criaturas que no serían mejores ni en mis sueños, que me he encontrado sin saber cómo, que no sé cómo pueden ser así.
En medio del cáos terrenal, de la lucha por la supervivencia material, del cansancio físico y mental y el desasosiego por el futuro, me detengo un segundo y los miro, y los pienso.
Como un brote de verde en la calzada sobreviven en este mundo de mierda, y qué suerte la mía, están junto a mí.
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