miércoles, 2 de octubre de 2024

A flor de piel

No sé lo que me pasa, pero tengo los sentimientos a flor de piel y, además, soy tan feliz últimamente, sin dejar de tener todo tipo de sensaciones tristes o dolorosas de cuando en cuando, y es como una intensidad insoportable ir pasando a diario por esta amplia paleta de sentimientos.

No sé lo que me pasa. Pienso en la muerte, o mejor dicho, son como punzadas atisbadas en un segundo, una sensación de falta de permanencia latente de pronto, y luego se va, luego viene el presente, con su calor y desenfreno.

No sé lo que me pasa, a veces me invade esa sensación, y es como si necesitara atrapar y capturar los días y las vivencias, ralentizarlos, por una especie de miedo, una especie de incertidumbre amenazadora.

No sé lo que me pasa, me rodean personas que me quieren, pero me siento sola, como si algo muy íntimo no pudiera alcanzarlo nadie, como si necesitara una nube blandita donde elevarme de la vida y vagar en las corrientes de aire, muy lejos y muy alto, como mecida en los brazos de una madre, soñando dulcemente, arropada con su amor incondicional.

Y en todo este desaguisado emocional, seguramente perpetrado o como mínimo exacerbado por las hormonas de una mujer lactando, vuelve mi banda favorita, con versos que sólo Robert Smith puede escribir, sobre las sombras más honestas e incontestables que se ciernen sobre todo corazón humano a cierta edad. Porque son las sombras y las esquinas de su alma lo que convierte en canciones. Y escucharlo es como una catarsis.

Quiero volar y ser etérea, parar el tiempo, existir por siempre, ser eterna, y ver los ojos que adoro, y oír las voces que me hablan cada día, cada década, cada era. Cuando uno se esfuerza por darle forma a su vida y lo consigue, y vienen los miedos y fantasmas, vienen los vientos fríos a recordarte que el verano se acaba, con sus susurros y sus seseos sibilantes y sibilinos. Y quién puede disfrutar su calor y sus alegres colores aún vigentes, cuando el breve viento vespertino te recuerda su fin. Sólo un niño podría. El verano, igual que tú, tendrá su final. Y no sólo tú, sino, peor todavía, lo que más quieres. Aquello por lo que morirías sin dudarlo, también morirá, sin que puedas cuidarlo y defenderlo de las cuevas y las tinieblas.

Y a mi niña... quiero darle un amor extraterrestre, sin límites ni miedos, y tenerla entre arcoiris y conffeti, libre de todo dolor. Pero al rato quiero que se curta bien y sepa enfrentar la vida, y tener más tiempo para mí. Cojo el coche y siento que debo disponer de mi momento: musiquita y un poco de intimidad, y al poco la echo de menos hasta no poder respirar. Y así paso los días. Pero os prometo que no hago otra cosa que no sea ir por la vida de la forma más vulgar, y doy los buenos días en el supermercado, y en los atascos aprovecho para mirarme en el espejo a ver si voy bien maquillada. Lo más normal que verías un lunes por la tarde, aún con todo eso dentro.

Sonrío y soy feliz, os lo prometo. Totalmente normal y verdaderamente feliz. Pero no es tan sencillo. 

No sé lo que me pasa, quiero simplemente disfrutar, reducirme a eso, y soy demasiado complicada para eso.